La Revolución Mexicana prueba su extinción en los pueblos y comunidades donde la premodernidad auspiciada por caciques ya no de horca y cuchillo sino de metralleta, celular y motosierra con silenciador, son cómplices protegidos por todos los funcionarios del Estado. Así ha sido desde la Conquista cuando Cortés y sus capitanes descubrieron el odio acumulado contra los aztecas para motivar a decenas de dirigentes a sumarse contra los déspotas de Tenochtitlán. Desde entonces y hasta ahora, los caciques son la retaguardia del Estado para proteger los despojos y contratos. Sólo con los movimientos de autodefensa popular ha sido posible vencer, aunque sea temporalmente, las estructuras del Estado irremediablemente antipopular. El ejemplo más actual es el del Ejército Libertador del Sur de Zapata con la Comuna de Morelos como autogestión comunitaria semejante a las Juntas de Buen Gobierno y los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas de Chiapas.
En Zacacuautla, apenas a unas dos horas y media del D.F., a media hora de Tulancingo, donde arrancan los bosques de la Sierra Madre en la frontera de Hidalgo con Puebla, la contrarrevolución ha triunfado gracias a todos los poderes locales y federales coludidos para proteger a un extraño personaje con poder invencible. Pedro Canales no es multimillonario ni poseedor de grandes fábricas o haciendas; tampoco aspira a diputaciones o presidencias municipales y sus dos hermanos recién regresados de Estados Unidos con un buen capitalito invertirán en el puerco negocio de la tala ilegal. Con un título de propiedad evidentemente falso por estar manuscrito con bolígrafo en 1939 con la cesión de derechos de quien estaba muerto para beneficiar a un mozalbete de 16 años, Pedro Canales se vale de su hermana Margarita quien ha dejado de ser la costurera del pueblo aunque sus hermanas seguían vendiendo quesos en la plaza hasta que las señoras honradas las echaron. Han conseguido no sólo una ilegal licencia de aprovechamiento de SEMARNAT y la protección permanente de dos patrullas armadas de la policía municipal vigilantes de la brutal tala, todo con la violación del acuerdo realizado frente al Secretario de Gobierno, el Presidente Municipal de Acaxochitlán, la representante de SEMARNAT y la Delegación de Zacacuautla para no afectar el bosque hasta que no se aclaren los títulos de propiedad y se tenga el dictamen técnico sobre el manantial.
Cómo no va a ser asombroso que doña Benita, la excelente cronista versificadora de lo que va pasando, esté acusada con todo y sus 75 años a cuestas y su único riñón enfermo, de daño en propiedad ajena porque dicen y confirman los tres borrachines contratados como testigos, cortó en horas de la mañana centeneras de metros de alambres de púas y destruyó sus postes, de lo que también son acusados otros cuatro. Pero ahí está lo asombroso: Pedro y Margarita Canales cuentan con funcionarios de todos los niveles contra la Delegación y pueblo indignado que la apoya. La más reciente y quizá última entrevista con el Secretario de Gobierno concluyó con un telefonema enfrente de todos a Pedro Canales: “¿qué pasó Pedrito?, quedamos en que respetarías el acuerdo… ya ni friegas…jajaja, nos vemos”.
La Revolución Mexicana nunca llegó a Zacacuautla. Cuando regresamos al D.F. el sábado 21 vimos en el caserío de San Pedro, al pie del entronque con la carretera Tuxpan-Poza Rica en la desviación a Zacacuautla, cómo Los Negros celebraban su hazaña en su guarida al lado de dos grandes plataformas motorizadas con tres montones de gruesos troncos apilados en tres niveles a la vista de todos. La licencia de liberación de su carga permite su tránsito al aserradero tan clandestino que está a la vista de todos. No quedó ni un solo ayacahuite, la fauna y la flora ha desaparecido, los cedros blancos, los encinos y los robles están tan seriamente lastimados como el manantial porque los derribos se hicieron sin precaución alguna para afectar a decenas de árboles amenazados. Las abejas ya no encuentran sus colmenas ni los pájaros carpinteros sus alacenas donde conservaban sus alimentos. Armadillos, tlacuaches y camaleones corren sin encontrar sus refugios tan asustados como las mujeres que solían recoger leña y hongos gozando de las madrugadas gélidas. ¿Viva la Revolución Mexicana?: está tan muerta como el monte de Zacacuautla.